SOCIEDAD APOSTÓLICA Y VIDA EN COMUNIDAD
VIDA EN COMUNIDAD SIN SER RELIGIOSOS

Para caminar juntos por el camino de santidad como lo describe la carta a los Hebreos: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de reunirnos, como acostumbran a hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca”. Es el amor de Cristo el que nos invita a reunirnos en comunidad, el deseo de responder a su llamado, es su amor el que reúne a sus discípulos para llegar a ser un sola cosa, a fin de que en el Espíritu, como Él y gracias a Él, se pueda responder al amor del Padre a lo largo de los siglos, amándolo “con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas” y amando al prójimo como a sí mismos.
La vida en comunidad debe tener como fin mantenerse unidos en torno a Cristo, esta unión es un don del Espíritu, antes de ser una decisión humana. Es olvidarse de sí mismo para vivir para Dios y para el prójimo. Esto solo se logra cultivando el amor verdadero, la paciencia y dejando la vida egoísta y superficial para dar paso a la ley del amor a Dios y al prójimo. Desde la creación del mundo Dios llama a vivir en familia, a vivir en comunidad y al fundar la Iglesia llama a formar parte del cuerpo místico de Cristo. El Dios creador que se ha revelado como Amor, como Trinidad y comunión. Su llamado es para entrar en íntima relación con Él y en comunión interpersonal. Esta es la más alta vocación del hombre: entrar en comunión con Dios y con los otros hombres, sus hermanos.
Esta comunión es el vínculo de la caridad que une entre sí a todos los miembros del mismo Cuerpo de Cristo, y al Cuerpo con su Cabeza. La misma presencia vivificante del Espíritu Santo construye en Cristo la cohesión orgánica: Él unifica la Iglesia en la comunión y en el ministerio, la coordina, la dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos, que se complementan entre sí, y la hermosea con sus frutos. “Pues así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos los miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás”.
La vida en comunidad dentro de los Misioneros de la Pureza Trinitaria, es una oportunidad para crecer juntos en pureza y santidad, no sólo para sí mismos, de modo egoísta, sino viviendo en el mundo sin ser del mundo. Como sacerdotes seculares o laicos consagrados, dedicados en sus variadas profesiones, procuran caminar juntos en la restauración de la pureza para sí y para los que Dios va poniendo en su camino. Este estilo de vida en común, procura seguir a Jesús pobre, casto y obediente en medio de las circunstancias cambiantes de la sociedad, sin huír del mundo, sino iluminándolo con las bienaventuranzas del evangelio, y procurando cambiarlo mediante las obras de misericordia. Parte del carisma es la predicación y la aplicación en obras concretas de misericordia, donde los laicos desempeñan un papel preponderante para ejercer su apostolado y viviendo el carisma propio de la pureza.


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